'American Psycho', de Bret Easton Ellis
Si se tratara de la versión masculina de Sex & the City, bien que los
personajes de esta novela podrían integrar su elenco. Dirán que nada que ver,
que se trata de diferentes estratos sociales, de diferentes épocas. Desde mi
punto de vista da igual, la mentalidad es la misma, la vacuidad, la
superficialidad llevada al extremo de lo impersonal, de lo inhumano, o quizás
sea dicho mejor deshumano; que mientras que Sex
& The City hace apología o exaltación de eso, American Psycho lo observa de manera crítica, no de manera directa,
sino que plantea todas las situaciones, las pone en escena, y “saquen ustedes
sus propias conclusiones, muchachos”, parece decirnos.
El protagonista es Patrick Bateman, un yuppie en los '80
que nos muestra su mundo plagado de tics y manierismos inocuos, o aparentemente
inocuos, la fauna humana con la que se relaciona y comparte códigos, todos y
cada uno estando muy pendiente de la opinión del otro, parecen querer lograr
consenso a lo que dé lugar, a cualquier precio, aunque también la
competitividad entre estos seres es bastante desaforada, aunque por motivos un tanto infantiles.
Se manejan por lo “in” y lo “out”, y lo “cool”, aunque para
ellos éstas son todas palabras impronunciables, porque tienen un acusado
sentido de lo elegante, de las buenas combinaciones en cuanto a lo estético por lo estético mismo,
aunque después actúen de manera patética, en cualquier sentido.
En este mundo está “de moda” (o simplemente ya se hallan del
todo disfuncionales) confundir a las personas al charlar y referir a un
tercero, o incluso se confunden cuando se hablan entre sí, lo que suscita
acostumbradas e inútiles discusiones y aclaraciones, o utilizaciones a partir
de los equívocos, también el grado de error parece determinar la intensidad de
parentesco entre los seres.
Son contradictorios hasta la imbecilidad, pero no lo notan,
no se dan cuenta, así, pueden criticar livianamente las medidas de gobierno que
realmente son antipopulares, pero luego despreciarán a un vagabundo en la calle
y se burlarán de él.
Trabajan y gozan de una situación económica espléndida,
trabajan y sin embargo gozan de muchísimo tiempo libre, que ocupan en
actividades repetitivas, automáticas, inmersos en rutinas aburridas, además,
sin que se sepa muy bien en qué consisten sus trabajos, porque cuando la acción
transcurre en las oficinas siempre la situación es extralaboral. Algo
relacionado con la compra y fusión de empresas. Recién parecen ponerse
realmente a trabajar, al sentarse a sus ordenadores, computadoras, pero ahí
acaba una explicación, un capítulo, nunca sabemos realmente qué hacen, cuál es
la mecánica de sus trabajos, con qué es que se ganan su dinero.
Lo que diferencia a Patrick Bateman de todos aquellos que le
rodean es que es un asesino, psicótico y serial.
La novela está narrada en primera persona –es Bateman quien
nos lo narra todo– y en tiempo presente, con lo cual, en realidad Bateman no
narra nada, estamos dentro de su cabeza, oímos su voz interna, nos lleva a
donde quiera que vaya. En realidad, somos Bateman mientras leemos, estamos
obligados a eso.
En este sentido, American
Psycho es la contracara del Drácula
de Bram Stoker. En Drácula sabemos
del vampiro por lo que todos los demás dicen de él, en discurso epistolar o por
los diarios personales de cada uno. Drácula nunca habla si no es por el relato
de otro, nunca aparece en forma directa. Aquí es al revés. Bateman nos lleva y
nos pone en observación de sus amigos y compañeros de trabajo, nos los muestra
y podemos entender que estas observaciones pasan sin embargo por su propio
filtro. En nuestro acercamiento (una verdadera posesión) a Bateman, él manipula
la situación, nos vuelve autistas, apenas conectados a su cerebro y “ojos que
todo lo ven”. Pero se puede presumir, por comentarios aleatorios que hace, que
nos escatima información. Por ejemplo, al llegar a la situación del primer
asesinato, que ocurre a un tercio de lectura del libro, tenemos elementos para
presumir que en realidad esa no es la primera vez que mata, no porque hasta
entonces al menos nos lo haya confesado. Simplemente, esa no es su primera vez,
es la nuestra.
En todo momento, Bateman se nos presenta completamente
homogéneo a toda esa otra gente, también completamente frívola, superficial,
insustancial, que lo rodea. Lo único que lo distingue de los demás es que es un
asesino y él mismo en un punto no parece ser consciente de la diferencia,
porque para él matar parece ser un hecho de cualquier forma natural, o al menos naturalizado.
Entonces podemos empezar a preguntarnos por qué Bateman es
el único que mata, o si no ocurre en verdad que todos los otros también lo
hacen, y será que hasta ahora no lo sabemos.
Sus víctimas no se establecen dentro de ningún target,
adultos y niños, policías y taxistas, prostitutas y vagabundos, pero también
otros yuppies igual que él y las mujeres que adornan sus presencias, acompañándoles,
todos, son pasibles de ser sacrificados.
Bret Easton Ellis
Una cuestión aparte de este libro –y crucial– son las formas
que Bateman tiene de matar. No le alcanza con un balazo entre los ojos, nunca,
excepto si se trata de su supervivencia. En todos los demás casos son páginas y
más páginas de horror descrito de forma minuciosa y, si cabe el término,
asépticamente, donde es evidente que se apela a nuestro propio morbo para poder continuar el relato y la lectura. En este sentido quién sea más o menos morboso disfrutará o sufrirá esta lectura, supongo.
En este sentido Easton Ellis se la juega por completo: si no
abandonaste el libro al promediar la lectura del primer asesinato (y todos los
demás no van a dejar cuando menos de sorprenderte en su originalidad), te compromete a ser cómplice
de sus aberraciones. O tu interés científico o literario es muy alto, o de otro
modo sos un morboso.
Y te atrapa en la angustia, porque hasta no finalizar el
libro no sabrás si tanto horror fue gratuito o necesariamente fundado. Este libro
debería venir con una etiqueta de “Parental advisory” en la cubierta, o algo
por el estilo. Yo les advierto, que no les tome desprevenidos, su lectura es
una experiencia muy perturbadora… O dependerá de cada uno, no sé.
No voy a decirles el final de la novela, desde ya. En mi
experiencia, por varios motivos, se trata de una de las mejores novelas que he
leído en mi vida, a la altura de los mejores clásicos, a la vez del modo en que
un clásico jamás se habría atrevido a concebir.
La pregunta fundamental es qué hace a Bateman diferente a
los demás, qué le vuelve asesino… Creo que la respuesta está en el título
elegido para esta novela.
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