Los evangelios apócrifos


La Iglesia Católica dejó de lado a estos libros, por considerarlos "falsos", cuando en muchos aspectos ofrecen datos muy interesantes acerca de Jesús.


Borges los publicó en su colección “Biblioteca Personal…”, editada por Hyspamérica, en 1985, en dos tomos.
En su prólogo, advierte sobre la primera acepción de la palabra “apócrifo” (del griego apokryphos), que significa “oculto”, lejos así de la significación actual de la palabra, que remite a “falso”.
Es la excusa, dice, de parte de la Iglesia, el considerarlos apócrifos por falsos, para desterrarlos del universo de la Biblia, cuando en realidad son apócrifos (por ocultos) porque así aquella misma quiso mantenerlos del conocimiento de la feligresía.


Los Evangelios y el Concilio de Trento


En el Concilio de Trento, en 1546 se establece la lista definitiva de los evangelios canónicos, estos son los reconocidos actualmente, los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Y fue así porque hasta entonces, además de los mencionados, existía toda una colección de evangelios, atribuidos a otros apóstoles y a otros, que si bien despertaban discusión y polémica, hasta entonces la Iglesia aún no se había pronunciado sobre la veracidad o falsedad de cada uno. Por tanto, lo que ocurre en el Concilio de Trento es autorizar a los cuatro evangelios reconocidos como canónicos, y desechar por falsos a todos los demás.

 

El hallazgo en Nag Hammadi

 

En diciembre de 1945, en un pueblo egipcio llamado Nag Hammadi, unos campesinos hallan cerca de mil páginas en papiro, cincuentaitrés textos divididos en códices, que posiblemente daten del siglo IV d.C. Se trataban de traducciones originales del griego al copto, conteniendo los evangelios de Tomás y Felipe, diversos Apocalipsis, tratados teológicos, y palabras atribuidas a Jesús, todos lo que pronto la Iglesia Católica pasó a la categoría de apócrifos.
Pero lo cierto es que ya hacia el año 185, un tal Ireneo de Lyon criticaba tanto a las comunidades cristianas que hacían uso de un solo evangelio, el de Mateo, como a quienes aceptaban más de cuatro, la secta gnóstica de los valentinianos, entre otros. Ya Ireneo decía que los canónicos no podían ser más de cuatro, ateniéndose a ciertas consideraciones de tipo cabalísticas.
Se hace imposible, por razones de espacio, narrar aquí todo el proceso de consideraciones históricas habidas, desde la época de Ireneo a la del Concilio de Trento, ya no solo acerca de los evangelios canónicos y apócrifos, sino de todos los libros que finalmente constituirían la versión definitiva de la Biblia, tal cual la conocemos hoy, con todas las sucesivas traducciones de un idioma a otro, fragmentaciones, exégesis y anatemas, sobre un libro, sobre párrafos o fragmentos de otros.

 

Los gnósticos

 

Las raíces del gnosticismo se remontan a la época de Filón de Alejandría. Sus principales características son:
  • La creencia en la trascendencia de Dios, separado de toda forma de materia.
  • La explicación del mundo sensible a través de una complicada genealogía de seres que se encuentran entre la materia y Dios.
  • La negatividad respecto de la materia, como introductora de "el mal".
  • La concepción antropológica dualista (materia, cuerpo, "malo"; espíritu, alma, "buena").

 

Los Evangelios Apócrifos

 

Entre otros libros e historias del mismo carácter, que suelen acompañar las diferentes ediciones, son los que siguen:
  • Evangelio de la Infancia de Tomas
  • Protoevangelio de Santiago
  • Evangelio del Pseudo-Mateo
  • Evangelio Árabe de la Infancia
  • Evangelio Armenio de la Infancia
  • Fragmentos del Evangelio de los Hebreos
  • Evangelio de Pedro
  • Evangelio de Bernabé
  • Evangelio de Nicodemo
  • Evangelio de Tomás
  • Evangelio de Felipe
  • Evangelio de María Magdalena
  • Evangelio de los Egipcios
  • Evangelio de San Valentín (o de la Verdad)
  • Evangelio de Valentino (o de la Sabiduría Fiel)

 

El Jesús de los Apócrifos

 

En el Evangelio de la Infancia, de Tomás, varias veces se dice que cuando niño, Jesús asesinaba a otros niños, como en la cita siguiente: "Otra vez, Jesús atravesaba la aldea, y un niño que corría, chocó en su espalda. Y Jesús, irritado, exclamó: 'No continuarás tu camino'. Y, acto seguido, el niño cayó muerto" (Evangelio de la Infancia de Tomás 4:01). En algún pasaje dice también que luego los resucitaba, no a todos; la idea es que, de niño, no tenía plena consciencia de sus poderes, y experimentaba con ellos. También era un niño rebelde, que se mofaba de su padre y de los maestros. Hay que decir que otros evangelios apócrifos confirman estos episodios.
En el Evangelio de Bernabé, se dice que Jesús no murió en la cruz, sino que Judas fue crucificado en su lugar: "En el momento en que los judíos se preparaban para ir a capturar en el huerto de los Olivos a Jesús, éste fue arrebatado al tercer cielo. Porque no morirá hasta el fin del mundo, y se crucificó a Judas en su lugar".
En el Evangelio Árabe de la Infancia, se dice que cuando niños, Jesús exorcisó un demonio del cuerpo de Judas Iscariote.
Con todo, el Jesús más espectacular es el del Evangelio de Valentino, donde el Mesías asciende al plano de las esferas, y se enfrenta a los dioses griegos, haciendo también referencia a elementos de la astrología: "Y Jesús continuó y dijo: El tercer rango se denomina Hécate, y está dotado de tres rostros, y tiene bajo sí veintisiete demonios" (Valentino 55:01), o : "...que pertenece al medio y se llama Zeus en el mundo, y para que llegue a la octava esfera de los eones que se llama Escorpión. Y para que Bombastis, que se llama Afrodita, llegue a la segunda esfera denominada Tauro..." (Valentino 55:05-06).

 

¿Blasfemia o esoterismo religioso?

 

Todo el conjunto está plagado de historias sorprendentes, de emociones raras a la imagen que tenemos de Jesús, de milagros y de mitologías.
Pero también hay mucho de palabra de enseñanza, de explicación críptica, al estilo hermético de los viejos tratados de alquimia.
En lo anécdotico, no se encuentran demasiadas contradicciones entre sí, ni respecto de los evangelios canónicos; la más flagrante, la que dice que Jesús no murió en la cruz.
Una pregunta que quizás nunca podamos respondernos, es si a la luz de la fe cristiana, la atención de estos libros constituye un acto de herejía, o, si por lo contrario, la integración de este material de conocimiento a los libros autorizados abre insospechadas puertas a la especulación, en materia religiosa y filosófica.

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