Borges: Prólogo a 'Novelas ejemplares', de Cervantes
En el pensamiento de Borges, la dicotomía entre novela
psicológica (mainstream) y novela de
aventuras o de género, está llevada al extremo de la consideración de polaridad
del modo como Jung lo expresa en su teoría o demostración de lo dionisiaco frente a lo apolíneo. Borges no lo expresa así, no hace referencia alguna a
esto, pero es notable el parentesco que se establece en sus dichos, lo que
podríamos llamar una realidad apolínea, la de la novela psicológica, y otra
dionisiaca, la novela de género.
Como todo buen filósofo, Borges busca la síntesis de eso, y
aquí, para comenzar, ya apunta a establecer un arquetipo (declaradamente
platónico) para cada uno de estos estamentos, y directamente dice que The beast in the jungle, de Henry James
es o puede ser el arquetipo de la novela psicológica(1), mientras que Las mil y una noches lo es de la novela
de género o de aventuras, casi como estableciendo una misma dicotomía
Apolo-Dionisos, Platón-Aristóteles.
El sumun del mainstream,
dice Borges, es el libro que registra detalladamente las emociones de un ser al
que no le pasa absolutamente nada, mientras que para el género sería el que
recopila las peripecias y actos impersonales efectuados por cualquiera o por
nadie. A esto les llama las “metas” de cada una de las perspectivas, y los
títulos mencionados serían ejemplos que cubren respectivamente ambos aspectos.
Borges finalmente, parece encontrar esa síntesis en
Cervantes –como en Shakespeare o De Quincey, dice– quizás de un modo un tanto
descabellado o traído de los pelos, o quizás no, del todo acertado.
Borges dice que hay escritores que escribieron para el
análisis –el caso de Dante, Chesterton, Quevedo o Virgilio– en tanto que los
antes mencionados en el párrafo anterior son completamente refractarios a una
posibilidad de análisis parecido.
Respecto de Cervantes, dice: “lo atraían la coincidencia, el
azar, los dibujos mágicos del destino, pero profundamente lo atrae el hombre,
ya como tipo (Rinconete y Cortadillo, La
fuerza de la sangre), ya como individuo (El celoso extremeño, El licenciado Vidriera); a estos últimos
agreguemos El curioso impertinente,
intercalado en el Quijote. Cabe
sospechar, sin embargo, que para los lectores contemporáneos, el agrado de
estas ficciones no reside en la fábula, ni en los atisbos psicológicos, ni en
sus pinturas de la vida española en los tiempos de Felipe III. Reside en la
manera de Cervantes; casi diríamos, en la voz de Cervantes. El Marco Bruto de Quevedo, las Empresas y la Corona Gótica de Saavedra Fajardo son ilustres ejemplos de estilo
escrito; el de Cervantes, cuando no lo perturban vanas ambiciones retóricas, da
la impresión de conversado. En un estudio sobre la elaboración del Quijote, Menéndez y Pelayo pondera
"la afortunada y sabia lentitud" con que trabajaba Cervantes, afirmación
que luego justifican estas palabras. "De dos novelas ejemplares, El celoso extremeño y el Rinconete, tenemos todavía un trasunto
de los borradores primitivos copiados por el licenciado Porras de la Cámara, y
de ellos a la redacción definitiva, ¡cuánta distancia!" Cabe recordar aquí
ciertas líneas del Adam's Curse de
Yeats: 'Un solo verso puede exigir muchas horas; pero si no parece el don
de un momento, nuestro tejer y nuestro destejer son inútiles'".
Borges parece buscar respuesta a aquel “¿qué importa si la
invasión fue a Bélgica en 1914 o a Marte en el siglo XXI?”, y parece hallarlo
en una especie de “falta de estilo” en Cervantes, que lo acercaría más a la
oralidad, a la conversación, al diálogo, que es también ese buscar una mayor
estrechez entre el discurso escrito y la manera de hablar de un autor
determinado. Si al leer una obra parece “oírse” la voz del autor diciéndonos,
bueno, que eso sería lo más supino de la literatura, a la vez que es lo que por
ejemplo a Alejandro Dolina le ha llevado a decir que o bien es la muestra de
una gran elocuencia en el escritor, o bien señal de su pobreza escrita. Porque,
claro, uno puede creer “oír” la propia voz de Borges al leerlo, pero lo mismo
puede ocurrirnos con Paulo Cohelo o con Richard Bach.
En definitiva, a fuerza de que Borges pretenda hallar en
Cervantes, desde un punto de vista analítico una “paradoja”, precisamente por
lo difícil de analizar, según él, lo que queda claro a través de la lectura de
estos muchos de sus prólogos hacia otros por él escritos –el análisis de sus
lecturas– que lo que Borges busca es esa síntesis entre el estado dionisiaco y
el estado apolíneo del ser, algo que como dice Jung no está completamente
escindido, como que nadie es puramente apolíneo o puramente dionisiaco, y que
es lo que buscan los filósofos de todas las épocas, el punto de equilibrio y de
síntesis de esas naturalezas en permanente confrontación, y que conjuntas pero
sin fusionar es lo que han insuflado de espíritu al devenir de la especie.
Como que en todas las guerras, en todas las confrontaciones,
reviven estas dos naturalezas humanas básicas.
(1) Más tarde va a contradecirse al respecto, en el prólogo
a La humillación de los Northmore, de
Henry James.
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