Fe y fidelidad



Qué lindos son los diccionarios, ¿verdad?, revisarlos es como ver mapas, aunque sean de lugares que no conocés, que nunca vas a visitar. Particularmente me gustan las definiciones que destacan sus raíces etimológicas, como por ejemplo:

Fe.
(Del lat. fides).

1. f. En la religión católica, primera de las tres virtudes teologales, asentimiento a la revelación de Dios, propuesta por la Iglesia.
2. f. Conjunto de creencias de una religión.
3. f. Conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas.

En sus tres acepciones básicas vemos que de la primera a la tercera la palabra va perdiendo poco a poco su connotación religiosa, de lo exclusivo a lo general, y luego de lo general religioso a lo completamente laico. Es decir, para la tercera acepción una persona ya puede tener sus propias creencias o compartir la de los demás, y tampoco se advierte a qué van dirigidas esas creencias.
La fe es creer en algo o en alguien, es creer apostando, sin necesidad de un argumento racional o científico, que sostenga y valide esa creencia.
Así, la fe tiene mucho o algo de ejercicio lúdico; en el casino, en la ruleta, uno apuesta a un número o a un conjunto de estos, en la creencia, la fe, de que alguno va a ser acertado por la bolilla, al final de su derrotero.
Una persona apuesta su fe, su creencia, en la idea de que va a acertar.
Luego, ese latín “fides”, del que procede el término “fe”, me hace pensar enseguida en la palabra “fidelidad”; volvamos al diccionario.

Fidelidad.
(Del lat. fidelĭtas, -ātis).

1. f. Lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona.
2. f. Puntualidad, exactitud en la ejecución de algo.

Es decir, en su primera acepción, “fidelidad” refiere al ejercicio de la fe que una persona practica sobre otra.
Hay tres temas principales que hoy se plantean en las redes sociales, como mojones o referencias principales de lo que hace a asuntos conflictivos en las vidas de las personas, actualmente:

1. La infidelidad en temas de pareja
2. La imposibilidad de creer en los actores de la vida política
3. El menoscabo y desprecio de la fe

Sin lugar a dudas, la fe se construye por lo menos de a dos.
Otra discusión es si realmente “la fe mueve montañas”, si ejercida resulta en una fuerza que logra imposibles, o aparentes imposibles.
Por de pronto, la fe, como creencia de la existencia de algo o alguien, que actuará responsablemente de tal o cual manera, en términos humanos, digamos, se construye de a dos, y de mejor manera, si esa puesta en práctica de la fe es bidireccional, recíproca.
La fidelidad (el ejercicio de la fe) reviste un pacto, que puede ser declarado o tácito, pero, precisamente, la fidelidad no existe si uno, el otro o ambos duda de la fe que puede recibir, o que cree o se le dice está recibiendo, incluso, si duda de su propia fe.
Los tres puntos anteriormente nomenclados, parecen comportarse entre sí como el agua, el aceite y el mercurio; es decir, pueden convivir pero no se mezclan, no se entienden entre sí. Es un desafío, probablemente resolviendo una de aquellas cuestiones se resuelvan también las otras dos, como por efecto dominó.
De cualquier otro modo, la realidad de las personas continuará desarrollándose en la fractura.
La gente en general suele pensar que no importa, dicen tener fe en que una suerte de “Ley de Atracción” lo resolverá todo. Yo no digo que esta ley no exista, pero no me parece muy diferente a la Ley de Compensación, en todo caso, es la misma ley con diferentes nombres. Es decir, hace que Romeo y Julieta finalmente se encuentren, pero también es el motivo de tornados, terremotos y tsunamis.
Intentando lo imposible se logra lo posible.

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