¿Qué hay de bueno o de rescatable en la Biblia? (1º parte)

(dedicado a Yoselem Divincenzo, con mucho afecto).

A veces, al escribir, doy por sentado que la gente en general sabe que pienso que las generalizaciones nunca son buenas, y por ello puede que incurra precisamente en lo que no quiero hacer, generalizar. Por ello pido disculpas a aquellos anarquistas y ateos, que en mi artículo anterior, se hayan sentido afectados por haber terminado dentro de una caracterización, que genuinamente no les correspondía.
Vamos, que aún siendo religioso, tengo amigos ateos con los que me une un profundo afecto y el mayor de los respetos; lo mismo que con los anarquistas.
Quienes me conocen bien saben que no acostumbro ni a catequizar ni a evangelizar (aunque debo confesar, pecados de juventud, que en mi adolescencia mis amigos debieron soportar que les leyera de vez en vez sendos pasajes bíblicos, que la verdad, debía superar la tolerancia básica del más calmo; a ellos mis disculpas, je).
Bueno, no creo en un Dios que premia y castiga, y ni siquiera creo sea necesario creer en Dios, para llevar una vida digna, algo que antes que yo intentó por todos los medios enunciar ese gran filósofo que fue Frederich Nietzsche. En todo caso, lo que ocurrió conmigo fue descubrir que se podía vivir a la altura de la filosofía de Nietzsche, y aún creer en Dios, y aún, seguir siendo cristiano. Y no estoy diciendo que Nietzsche se haya equivocado; simplemente, sus objetivos fueron otros, era otra cosa lo que quería provocar en su público – la real toma de consciencia del Yo Real – algo que, debo admitir, no es muy fácil de lograr, y mucho menos si seguimos atados a las doctrinas religiosas, especialmente la católica, tal cual venimos adocenados al menos en esta parte del mundo – el hemisferio occidental – desde que nacemos.
Es decir, si algo bueno tenía la Biblia y la fe cristiana para brindarnos a la humanidad, los sucesivos Papas y la mayor parte de la estructura de la iglesia católica bien se las arregló, no solo para que eso no sucediera, sino para que, por todo lo contrario, más nos alienara de cualquier posibilidad de evolución, espiritual o como fuese, y nos sometiera y nos torturara, alimentando el atávico sentimiento de culpa, con el que todos hemos sido maltratados, otra vez, desde apenas nacer.
Son innumerables y harto sabidas por todos de las grandes contradicciones que, desde lo literal, los textos de la Biblia contienen, en lo que es la comparación de esos textos. Eso nos conduce, o bien a que desechemos a la Biblia por siempre, como a un libro abstruso y sin sentido, o bien a obsesionarnos incluso por intentar desentrañarla, por ver si hay algún atisbo de verdad oculto detrás de cada una de esas contradicciones. Sin llegar a ser un experto estudioso de la Biblia, yo creo encontrarme en ese segundo grupo, al menos en lo que refiere a mi tendencia básica al respecto.
Empecemos por decir que hay ateos que creen que la Biblia es un libro escrito por algún Papa, o que algún Papa ordenó redactar a un grupo de escribas, como un dogma o un estatuto, para mejor tener sometidos y sojuzgados a sus fieles.
Bien, cierto es que en toda la historia para eso fue que utilizaron a la Biblia, pero su origen es otro, y es que de otro modo jamás hubiera “prendido” entre los fieles, sobre todo los de las primeras épocas.
Empecemos diciendo también que nunca la iglesia intentó “convencer” a nadie, con Biblia o sin ella, sino que entraban en los pueblos “infieles” a sable y fuego, y luego de torturar y masacrar a pueblos y culturas enteras; claro, quién iba a necesitar ser convencido de nada para cambiar de religión, para dejar de creer en el sol y la luna, para pasar a creer en un dios con cara de judío (y no pienso ahora en Jesús, sino en el Jehová retratado por Miguel Ángel), cuando ya habían sido vejados y ultrajados, ellos y sus seres amados, cuando a estos no se los hubiera asesinado.
En fin, la Biblia es ese centro real de misterio, que toda y cualquier institución necesita, para constituirse en religión (me refiero a religiones poderosas como las tradicionales; no a simples sectas o religiones fundadas como a kioscos, de las que te hablan todas las noches por la radio). Si la Biblia hubiera sido escrita por algún Papa no hubiera surtido efecto, porque para poder influir en todos tipos de gente, altos y bajos, ricos y pobres, iletrados y cultos, asesinos y santos, tontos e inteligentes, etc., algún tipo de verdad objetiva en sí misma debía esconder.
La Biblia cayó en malas manos, en todo caso, sí, creo que es legítimo decir.

Empecemos por decir, también, que la Biblia no es un solo libro, sino un conjunto de libros, escritos en diversos lugares, épocas y autores, sin que ellos se conocieran entre sí, aunque se publiquen, se encuadernen y se vendan como un solo ejemplar.
A ver, entender otra cosa, sería como si en determinado momento tomáramos un libro de Shakespeare, uno de Cervantes y otro de Aristóteles, por decir algunos, los publicáramos en un solo tomo, y pretendiéramos que es solo un libro. El pastiche sería total, por buenas que sean las partes por separado.
Además de todo, la Biblia podría ser mucho más grande de lo que es, porque hay más textos sagrados –como ser otros evangelios, los apócrifos -  que entonces sí, al armarse las primeras Biblias, los papas decidieron qué libros sí iban a integrarlas, y cuáles no, separándolos en lo que para ellos son libros “canónicos” (los de la Biblia, los dogmas de fe), de los que no lo son y para ellos tendrían una importancia “secundaria”, o decididamente ninguna. Tardaron siglos en decidirse cuál iba a ser la Biblia definitiva, por cuya razón las ediciones más antiguas incluían, por ejemplo, el Libro de Enoch, entre algunos dos o tres más, creo, que han desaparecido en las ediciones más actuales, desde hace unos cuantos siglos.
A eso súmese que también los Papas, por medio de los Concilios y las traducciones de un idioma a otro (la Biblia original, gran parte estaba escrita en arameo), tergiversaron gran cantidad de sus dichos; como que en las versiones originales se mencionara a Lilith, por ejemplo.
En el Padrenuestro original se decía “perdona nuestras deudas”; en el actual es “ofensas”. No es lo mismo “deudas” que “ofensas”; la versión más moderna defiende mejor los intereses del capitalismo. En el mundo moderno las deudas no se perdonan; quizás pudiera llegar a perdonarse un asesinato, pero las deudas no.

Bueno, y con tanto manoseo reconocido, ustedes se preguntarán si aún queda algún pedazo de Biblia que quede, que pueda ofrecer algo positivo.
Yo creo que sí, y por la siguiente razón. La iglesia católica nació detentando el poder, y hay solo dos cosas en el mundo que pueden darle mucho poder (o todo el poder) a cualquier ser humano, una es el dinero, la otra es la sabiduría, y la iglesia católica, a través de la historia de la humanidad, ha sabido hacerse de las dos cosas: de dinero y de sabiduría. Simplemente, no iban a tergiversar tanto al texto, como para que pudiera llegar a perderse definitivamente su verdad última y superlativa (si es que la tiene, está bien, a  eso es a lo que vamos).
Ustedes dirán que un sabio no puede ser jamás alguien que usufructúe el poder, del modo que lo ha hecho la iglesia, en este par de largos milenios.
No nos engañemos. El tipo que creó la bomba atómica fue un sabio, lo mismo que el que experimenta con la genética y la ingeniería molecular, para crear monstruosidades en laboratorios clandestinos (¿o creen que es ciencia-ficción?). Hay ejércitos de sabios abocados a sojuzgar a la mayor parte de la humanidad, con sus experimentos e invenciones de toda índole.
Ser sabio no implica ser buena gente; se puede utilizar la sabiduría para hacer el mal, para someter y sojuzgar a naciones enteras, para crear esclavos, para satisfacer depravaciones, etc. Porque si yo "sé", soy un sabio, y si "sé" cómo hacer el bien, también "sé" cómo hacer el mal. Luego de eso solo se trata de tomar una decisión, que puede llegar a ser muy simple hacer. Los americanos nos han convencido con su cine de bajo presupuesto, que los nazis y los comunistas eran gente muy tonta, al borde de lo payasesco. Mentira. Los nazis y los comunistas han sido gente muy inteligente, muy sabia, para influir en la Historia, del modo que lo hicieron (y perdón, no estoy comparando a nazis con comunistas; solo digo cómo y de qué tratan aquellas películas americanas, y tampoco todas).
En fin, se ha hecho muy largo. Continuaremos en una segunda parte.

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