¿Existe el mal en un sentido óntico?


Si el diablo no existe, ¿existe entonces el mal del mismo modo que puede existir el bien?; o, si el bien puede prescindir de Dios, ¿el mal de Satanás?


La definición para la palabra “óntico” refiere a lo que tiene ser o existe, distinguiéndose de “ontológico”, que tiene que ver con el conocimiento de lo que es, de su esencia o naturaleza.
Es decir, únicamente para la religión – para algunas de ellas – el mal puede tener una esencia óntica, por sí misma, ser y poseer sustancia y naturaleza, ejemplo obvio de ello es el cristianismo, que toma en la figura de Satanás la realidad óntica del mal.
Para Heidegger, este cuestionamiento abre las puertas al estudio de la metafísica. “El mal mismo determina también el nuevo punto de partida de la metafísica. La pregunta por la posibilidad y realidad del mal opera una transformación de la pregunta por el Ser”, dice Ramos Sucre acerca del Heidegger.

 

No todo lo que existe es (concepto básico de la metafísica)

 

No todo lo que existe es en esencia, en sustancia; los conceptos abstractos existen en tanto pueden ser expresados, valorados y experimentados, analizados y hasta disfrutados, pero no hay una sustancia, por ejemplo, que pueda ser denominada “ideología”, o “analogía”, o “amor” u “odio”, y que puedan ser mensurables o tratadas como a sustancias.
Sin embargo, no hay necesidad de religiosidad alguna para la consideración del sentido óntico del bien. Filosóficamente, científicamente, podemos consensuar todo fenómeno natural como manifestación o principio del bien, aún se tratara de catástrofes de las del tipo de terremotos, tsunamis, erupción de volcanes, etc.
Incluso, si decidiéramos que la naturaleza tiene manifestaciones “buenas” y “malas”, ya estaríamos introduciendo un elemento de tipo religioso en esa posibilidad dual de un universo polarizado en manifestaciones contraproducentes unas respectos de otras.
Entonces, en realidad, para prescindir de todo tipo de consideración religiosa, estamos obligados de verdad a considerar que todo lo que es natural es bueno, y que el mal, como abstracción que es, como especulación filosófica, carece de todo tipo de sustrato óntico.

 

¿Es deseable el bien surgido de motivaciones malévolas?

 

Es el principio de la demagogia, tal cual lo entendemos hoy, un gobernante asiste a las necesidades de un colectivo de personas, no en la observación de realizar justicia, sino para capturar votos para un posible arribo a una posición de poder; es decir, sus motivaciones son mezquinas, son malas.
Hemos visto que la consideración óntica del mal es privativa de los religiosos. Es decir, considerándolo científicamente, no existe Satanás, no existe el mal por sí mismo, si bien podemos acordar que el bien es todo aquello que naturalmente es. Aunque sea por instinto de supervivencia no podemos dudar de esto último.

 

¿Es el mal un concepto del todo relativo?

 

Si de lo antedicho se desprende que el mal no existe de manera natural entonces hay que considerar que su origen es cultural, relativo y de significado cuando menos opinable.
En la actualidad consideraríamos el sacrificio humano como índice de perversión, de aberración; sin embargo, en las sociedades modernas se registra un creciente índice de desvalorización de la vida, propia y ajena, por ejemplo, en la tasa de desastres automovilísticos, promovidos por “picadas” (correr carreras ilegales de autos en plena urbe) o la autoinducción al coma alcohólico, sobre todo, en los más jóvenes.
Incluso, las autoridades llaman “daño colateral” si al bombardear un blanco enemigo la onda expansiva y las esquirlas matan a centenares de inocentes indefensos de las inmediaciones, o si mueren atravesados al cruzarse imprevistamente ante las balas.

 

Los contrasentidos del mal

 

No se considera delito el consumo de marihuana en dosis personales, pero sí no se permite la integración de su industria al mercado legal, al revés de lo que ocurre con el tabaco, que mientras se respeta a la industria, a los consumidores finales ya casi se los persigue como a verdaderos delincuentes, o al menos se los margina como a los homosexuales en tiempos de dictaduras. Fumar tabaco empieza a ser una actividad cada vez más marginal en las sociedades de hoy.

 

Una reflexión sobre Nietzsche, para finalizar

 

Cuando Nietzsche dijo “Dios ha muerto” no significó precisamente que Dios nunca hubiera existido; resulta obvio que para que algo muera primero debió de existir, mejor dicho, ser, porque si lo que existe no es tampoco puede morir, siguiendo con lo que decíamos desde el principio.
Cuando Nietzsche dijo “Dios ha muerto”, implícitamente estaba diciendo “Satanás ha muerto”; la visión religiosa del mundo era lo que moría.
Pero lejos de una intención nihilista, contemplacionista (menos que menos promotora de “Nuevas Eras”) el filósofo propone la posibilidad de un Superhombre, un estadio evolucionado del ser humano, al que arribaría siempre poniéndose a sí mismo como parámetro, debiéndose para ello analizarse, auto-observarse, distinguirse, criticarse, y por sobre todo responsabilizarse de sus conceptos de bien y de mal, y de las consecuencias de ello.
Luego, un posible análisis de la realidad podrá ser más o menos filosófico, más o menos esotérico, pero es algo que no parece ser demasiado importante.

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