El pensamiento científico contra el esoterismo


El pensamiento científico se erige como fiel y guía de lo que es real y de lo que no; pero, ¿puede legítimamente arrogarse tal función?.


Desde hace años el pensamiento científico se ha opuesto, rechazado, cuando no atacado abiertamente, anatemizado, al pensamiento esotérico y la práctica ocultista, con su bagaje de conceptos por sí mismos adquiridos, a todo lo cual los ocultistas y esotéricos han intentado defenderse, o bien prometiendo poder cumplimentarse a los requerimientos científicos, o bien pretendiendo ser poseedores de un conocimiento supra-científico, adquirido casi por menos que por revelación, lo que ha multiplicado el desprecio de los primeros.
Los científicos no cejan en repetir que la perdurabilidad de las creencias esotéricas y las prácticas ocultistas, a todo lo largo de la historia del hombre, se fundamenta en el costumbrismo, los atavismos, y cierta tendencia del ser, aún civilizado, hacia el pensamiento mágico, como sinónimo de superchería.
Por supuesto que la superstición existe, como la evolución del pensamiento a través del método científico, lo que, a través de la filosofía, no impide que no hayan otras formas de conocimiento, ni otras posibilidades de funcionamiento de la realidad, incluso que escapen a las posibilidades de las ciencias.
La legitimación de las verdades enunciadas se produce a partir del tipo de conocimiento que se disponga; veamos ahora cuáles son los diferentes tipos de conocimiento disponibles.

 

Tipos de conocimiento

 

Existe un conocimiento vulgar que se adquiere por la práctica, y que es el que cualquier persona puede poseer, de su experiencia de vida cotidiana, y de sus actividades y tareas específicas. Se basa en prejuicios, que son tomados como juicios. Guiarse por el “sentido común”, supeditado a costumbres y a la cultura de la época, es parte de ello.
El conocimiento científico, como el vulgar, son utilitaristas y prácticos, pero el científico no se guía por el “sentido común”, sino que riguroso en la consecución de un método. Hay dos tipos de conocimiento científico, el empírico, basado en la observación de los hechos, que se verificarán experimentalmente, de donde surgen las teorías; y el lógico-racional, que no se obtiene de la observación de los hechos sino que es a priori, proviniendo de la capacidad de la razón de funcionar con lógica. Primero hace la teoría y luego prueba que el fenómeno funcione de esa manera (por ejemplo, las matemáticas).
El conocimiento religioso, imposible de verificación práctica, se daría a través de la fe y de “la revelación divina”. Opera a través de los dogmas, y no hay mucho más que pueda decirse acerca de él.
El conocimiento gnóstico: Se posiciona a mitad de camino entre lo científico y lo religioso. No pretende ser utilitario y tiene el mismo objetivo que el religioso, pero dicta que le fe no basta y que es preciso conocer de un modo pragmático o experimental.
Históricamente, los gnósticos han sabido cometer sus errores, pero en principio están menos proclives en recaer en fundamentalismos, como así los científicos y religiosos.

 

Los sistemas cognitivos

 

De esta manera, se establecen diferentes sistemas cognitivos, los vulgares y científicos, basados en conceptos, y los religiosos y gnósticos, basados en símbolos.
Los conceptos tratan de representar y definir la realidad; son herramientas de comunicación y pensamiento, surgen de convenciones sociales y su propósito es informar.
Los símbolos sirven para insertarnos en la realidad de una manera mucho más plena, son herramientas de comunicación tanto racional como irracional; surgen del misterio, se desconoce el origen, y su propósito es transformar.
El concepto de misterio no existe, es un símbolo, y el científico desprecia los símbolos. Para un religioso el misterio siempre es el límite de lo conocido, pero también plausible de develar. Para el científico no hay misterio, hay enigma, algo desconocido, de manera momentánea. Pueden parecer reacciones similares, sin embargo, su diferencia es abismal.
Al respecto, dice Armando Rey, en su ensayo Ideas y Bosquejos para una Filosofía y una Hermenéutica de la Astrología (en revista GeA nº 23, (diciembre de 2002): “Un sistema cognitivo crea un mundo, define un universo y, cómo no, una imagen del ser humano. Y cuando digo “crea” lo digo en el sentido más pleno, el sistema cognitivo de creador de la Realidad y por tanto nos encierra en ella, actuando a la manera de un metacódigo hermenéutico, que define los parámetros de lo interpretable y de la interpretación, creando a su vez una sintaxis y una semántica que gobiernan la comunicación y lo comunicable. Al igual que existen sistemas cognitivos, también existen sus propias patologías (…) Si definimos pos psicosis el estado del ser en el que una percepción y una interpretación dada de la realidad excluyen al ser de la inmensa riqueza de lo real, y le crean un mundo exclusivo en términos de intersubjetividad necesaria para compartirlo, esto es, el psicótico se encierra en un mundo solo accesible a él, lo mismo hace nuestra civilización cuando nos convence que la única realidad es aquella definida por sus propios parámetros. Aquí la psicosis es colectiva…”.
Y qué duda cabe que a los parámetros de nuestra civilización los erige la ciencia, una ciencia a su vez dedicada a las necesidades del capitalismo.
Para los poderosos no es negocio la posibilidad de realidades alternas a la comprobada científicamente; no es negocio el cambio y la transformación que los símbolos proponen. El concepto, en cambio, define y delimita; si una palabra cambia su significado el diccionario ya no sirve. Y hay gente que vive de la venta de diccionarios.

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