El vino derramado sobre la cabeza
Para mi amigo Dani El
Yo
Hay una frase en el I
Ching, una idea, relativa a la línea o sentencia de algún hexagrama, que
dice que en una fiesta está muy bien gozar y divertirse, pero que si en la
euforia y embriaguez de la alegría uno llega a verter el vino de la copa sobre
su cabeza, eso es motivo de vergüenza.
Significa que tanto un hombre como un mono pueden sentir
alegría, pero si en esa alegría el hombre se comportara como un mono, bien, eso
es motivo de vergüenza.
Cuando obtenemos algo de lo que durante años hemos carecido,
quizás durante capítulos enteros de nuestras vidas, como puede ser vivir en una
sociedad más justa y equitativa, con más plenos derechos y una economía y una
industria pujantes y crecientes, entre otros valores, es natural que estemos
felices, contentos o alegres, máxime si venimos de una larga etapa de dilapidar
y malvender nuestros recursos, de prestarnos a intereses foráneos, de pervertirnos,
tal y como sucedió en Argentina.
Lo que no es natural es que arrojemos manteca al techo, que
libemos el vino sobre nuestras cabezas, ni que nos arroguemos victorias sobre
luchas que no hemos librado, cuando en el origen de este rescate, cuando menos,
nada más hemos tenido bastante de suerte. Yo mismo al respecto puedo admitir
unas cuantas contradicciones, algunas bastante actuales.
Hace poco, en una conferencia realizada en Brasilia,
funcionarios y pensadores de este nuevo modelo de política sudamericana se
preguntaba si precisamente este nuevo modelo está preparado para la a todas
luces visible labilidad, capacidad de modificarse, de autoinventarse, de las
políticas de derecha.
Corremos el serio riesgo de que un embate importante nos
tome por sorpresa encaramados al gran carro del triunfalismo, armados nada más
de la prepotencia del que se sabe dueño de intencionalidades justas, razonables,
porque, admitámoslo, no por no dejar de tener la razón podemos actuar de manera
menos estúpida.
Se nos opone lo que llamamos el “poder económico”, asumamos
de una vez por todas que se trata de mafia, porque de otro modo lo estaremos
legitimando. Y que la mafia se caracteriza por el uso de la violencia, de la
fuerza, sino de la pluma lo será de las armas.
Al margen del escaso 22% obtenido en los votos por Néstor
Kirchner, y del 55% luego de Cristina, al margen de que hayamos hecho mucho,
poco o nada para gozar de estos enormes beneficios en cuanto a calidad y
dignidad de vida, de los que gozamos hoy, si realmente valoramos esto estemos
atentos, no nos durmamos sobre los laureles, los que aún pueden estar en sus
primeros brotes y que cualquier granizada puede destrozar más rápido de lo que
tardaron en crecer.
Estemos atentos a que nuestra soldadesca realmente esté bien
pertrechada, a que quizás necesitemos formar nuevos cuadros, y a que los
mercenarios, aún los de nuestro bando, no son camaradas.
Néstor Kirchner nos enseñó que tomar medidas drásticas en
pos de nuestro mejoramiento era posible. También nos enseñó que no todo es para
siempre, en lo que fue su último acto político, morirse. Porque ustedes lo
saben bien, Néstor eligió morirse.
Lo que no debería conducirnos a la auto-inmolación, tampoco a
exagerar la nota de una partitura que no nos corresponde, o en donde al menos
no nos corresponde a nosotros sostener la batuta. Tendremos nuestra oportunidad
de demostrar nuestro coraje y valor cuando las papas quemen, cosa que todavía
no sucede.
De otro modo, deberíamos pensar con Mafalda, que “esto es el
continuose de algún empezose”, cuando alguien le manifestó que su actualidad “era
el acabose”. Sí, como el I Ching,
Quino siempre estuvo atento a los cambios, a las modificaciones.
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