Las libretas de José
Cuando la
humanidad todavía ni soñaba con las posibilidades de comunicación que ofrece
Internet, la gente solía utilizar, con mayor frecuencia que hoy, los paredones
de las calles para escribir con aerosoles sus consignas políticas, sus
declaraciones de amor o hacer gala del ingenio humorístico. El famoso graffithi
callejero, un fenómeno por otra parte que debe darse en todas partes del mundo.
El graffithi
es el antecedente inmediato y rústico de las actuales redes sociales.
En dictadura
era propiamente un acto clandestino, en democracia es el primer estrato de la
popular “picardía criolla”, en el mejor sentido de la frase, es la voz del hado
de los inconscientes colectivos, porque al ser anónimos, la ocurrencia nos
pertenece un poco a todos, al que la registró y al que luego a la pasada la
capta. En aquel “somos la rabia” argentino del ’52 como pocas veces se oyó la
voz propia de la gran masa peronista, en la caligrafía de uno más de tantos,
como decir, de nadie.
Para 1974,
un tipo llamado José Rosenwasser, un hombre completamente común y corriente,
lleva compilados en una libreta un sinnúmero de este tipo de ocurrencias, que
bien podrían valer como material de graffithi. Y no es que él las haya
transcripto directamente de los paredones, no, él fue directamente a la fuente
de ese material, a las personas, en la visión de que en cada alma humana se
esconde un graffithero, como más tarde lo demostraría las redes sociales.
Simplemente,
José entraba a bares, a recorrer las mesas y pedirle a sus ocupantes, estuvieran
solos, en pareja o en grupos, le dejaran una frase escrita en su libreta, como
acercarle un paredón limpio y una lata de aerosol a una persona.
Ese año esa
libreta fue publicada por Editorial Galerna, de Buenos Aires, con un
interesante prólogo del editor, Daniel Kon, y una colección de comentarios de
célebre gente de la cultura, que iba desde Jorge Luis Borges hasta Charly
García, pasando por el periodista Ulises Barrera a Sergio Renán, y muchos más.
“Cuando a
Jorge Luis Borges le contaron la historia de José Rosenwasser, el hombre que
recorre todos los días los bares y cafés de Buenos Aires con una libreta en la
mano para pedirle a la gente que escriba, dudó de su existencia. ‘Es probable
—dijo— que todo esto sea una simple ficción. ¿No será una invención suya este
señor de las libretas? ‘”, así comienza Daniel Kon su prólogo, imprimiéndole una
impronta legendaria al fenómeno.
Kon cuenta
que Rosenwasser llegó a Buenos Aires, de Polonia, a los 15 años de edad. Durante
años fue un trabajador más, desempeñándose como obrero metalúrgico.
En sus
comienzos en el país, solo como estaba y apenas comenzando a aprender el idioma
español, acostumbraba a detener a desconocidos en la calle simplemente para
preguntarles si tenían el tiempo y el deseo de conversar un rato con él. Generalmente
quienes aceptaban hacerlo eran estudiantes universitarios tomando algún
descanso o estudiando en las mesas de los bares.
Un día
alguien le regaló una libreta de números de teléfono, pero él no tenía a nadie
a quien llamar, así que empezó a usarla para anotar algunas reflexiones, algo
que luego empezó a pedirles hicieran lo mismo a las personas que eventualmente
le dialogaban. Por este motivo José comenzó a transformarse en un personaje
pintoresco de la ciudad, a quien sus conocidos comenzaron a llamarle “el ladrón
de tiempo”.
El libro fue un éxito de ventas, habiendo múltiples reediciones en los años sucesivos, y hasta una segunda parte, un segundo tomo, que sin embargo no resultó tan efectiva como la primera, de cuya colección de frases dice Kon: “El humor, en estas páginas, se disfraza de ironía, de chiste verde, de reflexión cáustica o autocrítica, pero aparece constantemente. En la increíble meditación de quien se pregunta "¿Justo a mí me tocó ser yo?", o en la ingenuidad del que sostiene que "no hay nada más aburrido que un choque entre tortugas"; en la picardía de Miriam y Adriana, dos futuras odontólogas que aconsejan "Sonrían, coman turrones y sonrían"; en el ingenio del muchacho que sale del paso escribiendo, simplemente, "uno, dos, tres, probando..."; en la desconcertante y casi surrealista invocación "Absuelvan a Sócrates", y en la simpática crueldad de quien sentencia "el día que nosotros dominemos al mundo todos temblarán" y firma "Un epiléptico"; hasta en la lacónica advertencia "Cuidado con el perro" deslizada por un anónimo Pavlov porteño, o en la metafísica conclusión de que "morir es como dormir, pero sin levantarse para hacer pis", está presente el humor de la ciudad, que ayuda a los hombres a sobrevivir, a pesar de todo”.
En fin, como corolario y de “yapa”, les dejo la primera página de frases de este libro, que actualmente creo se haya agotado en librerías, no volviendo a reeditarse, pero que puede encontrarse en PDF en diferentes sitios.
LAS FRASES DE LAS LIBRETAS 1974-1977
Estoy podrido. Pero feliz.
Al, 10-8-74
Superman es virgen.
Luisa Lane
Hay que tener una sonrisa para todos, y el puño cerrado para algunos. ¡Y no al revés!
Mario, 23 años. (En el colectivo 41)
No hay que confundir introspección con rectoscopía.
Raúl
Estoy solo y triste.
Alejandro, 1974
Amar es ser inteligente.
R.S. 21-8-74
Sálvese quien pueda.
7-8-74
Estas libretas son como las puertas de los baños. Pero del lado de afuera.
B.
Lo voy a saludar como se saluda a un gran amigo. Chau, hasta el próximo hola.
Daniel, 31-8-74
¡Paz!
Jorge, 20 años
Endurecernos sí, pero nunca perder la ternura.
Daniel
José el bueno.
Adriana
Hoy respiré 23.040 veces, filtré 180 litros de plasma, mi corazón bombeó 7.200 litros de sangre, caminé 5 kilómetros, abrí y cerré mis ojos 15.673 veces, y realicé 38.573 movimien¬tos musculares. Por eso es que hoy, como ayer, estoy realmente cansado
Raúl, estudiante de medicina
Hola Roberto: Me llama la atención y me gusta la analogía que haces del graffithi con muchas desafortunadas expresiones que a diario leemos en las redes sociales, pero en verdad no sé que sea preferible para estos desahogos, si los muros de las ciudades o los de FB. Te mando un abrazo.
ResponderEliminarAmigo Javier,
ResponderEliminardependiendo del caso, creo que a veces sería más efectivo el uso de los paredones, sí. Lo que creo que facebook logró es conquistar el espíritu de "grafiteros" que tenemos todos, aún los que nunca nos animamos a manchar una pared. Gracias por pasarte por aquí y comentar.