El fantasma del fraude en México y la imposibilidad de una Latinoamérica unida
Domingo de
lluvia en el D. F. y en Buenos Aires, aquí con 20º, el de este 1 de julio; se
ve que la naturaleza no es tan burocrática al menos para determinar sin lugar a
discusiones que en el verano debe hacer calor y en el invierno, frío.
Un domingo
más, en Buenos Aires, de fútbol y maratones por tv de Los Simpson y de El
Chavo. En México en cambio se celebran elecciones presidenciales.
Les juro que
me encanta la política de “fútbol para todos” del gobierno de mi país, la apoyo
y la acompaño, como a la mayor parte de las medidas, pero que los domingos por
la tarde los cinco canales televisivos de aire (mentira, uno está pasando a
Willy Wonka) más otros de cable pasen simultáneamente solo partidos, me parece
demasiado. Acompañado esto, claro, por el interés exclusivo que el tema
despierta, como para que el mundo pase a ser futbolandia, siendo que además de
los campeonatos nacionales toca ver cómo España se queda con la Eurocopa y la
mar en coche.
En fin,
hermano, que en la casa del vecino se está debatiendo un destino, bajá un poco
la música.
No hablo ya
de “solidaridad latinoamericana”, sí incluso de egoísmo. Porque lo bien o mal
que le vaya a México, como a cualquier país del continente, va a influir en
nuestras vidas cotidianas y comunes, aún a nosotros, que seguimos ubicados más
vale en el orto del mundo.
Visto desde
acá, México es nuestra ancha barrera contra los Estados Unidos, es el umbral
con nuestro inconsciente colectivo, es decir, con algo que no estamos en
posibilidades de manejar, si no apenas de comprender.
En esta
nueva unidad regional sudamericana que el nuevo milenio fue deparando, hay
posibilidades de crecimiento mayor o de pegar la cabeza contra el techo
enseguida. La unidad regional sudamericana no debería quedar en eso, deberíamos
estar ya hablando de unidad latinoamericana, y para eso es imposible dejar de
contar con México.
El modelo e
ideal bolivariano nunca se completará sin la consideración por México.
Desde ya que
se trata de un ideal, no de una obligación para ninguna de las partes, pero
puestos a especular y de cara a estas elecciones presidenciales es imposible
aspirar a nada si una vez más le roban los votos a Andrés López Obrador, al
margen de lo que fuera a hacer el hombre una vez alcanzado el poder. Es decir,
los sudamericanos tenemos intereses puestos en la realidad mexicana; tenemos
intereses jugando en todas partes del mundo, en algunos con mayor relevancia
que en otros.
México
también es Latinoamérica
Este domingo
1 de julio era prácticamente imposible enterarse qué estaba pasando en México,
por nuestros propios medios, excepto por lo que los propios mexicanos iban
volcando con sus posts y comentarios en las redes sociales y por la, eso sí,
excelente, detallada y prolongada cobertura que le dio el canal de tv Telesur, de
Venezuela.
Por un
momento, viendo Telesur, me recordó cuando en tiempos de dictadura militar
escuchábamos Radio Colonia de Uruguay, para enterarnos de lo que pasaba en
nuestro propio país. Claro que no es del todo comparable, hablo de los
vericuetos laberinticos para alcanzar la información requerida, nada más que de
eso.
Hay que
decir que Venezuela hace tiempo le presta mucha atención a México, no solo en
su aspecto político, también en el social, cultural, y hasta en el deportivo. Uno
ve Telesur y tiene la impresión de que Venezuela sí comprende a México como
parte de la región, al menos no se avergüenza de evidenciar su interés. Qué
triste enterarse de la verdad a través de un medio del que se dice pertenece a
un dictador, ¿no?
Yo me
pregunto: ¿Cuándo fue que los argentinos dejamos de sentirnos los europeos de
América? ¿Son reales esas súbitas “consciencias latinas” que de vez en vez
parece nos asaltan? (la primera fue a inicios/mediados de los ’80). ¿De verdad
nos importa lo que ocurra en Paraguay, en Bolivia, en Perú, en Ecuador,
igualmente en Venezuela o en México? Ayer, al término de los partidos, la
noticia era el divorcio millonario de Tom Cruise y el conflicto de Siria. De verdad,
sabemos más de la realidad siriana (qué buena película, ¿no?) que de la
mexicana, dando la casualidad que aquella es más concomitante que ésta a los
intereses de Estados Unidos…
En Argentina
no hay analistas de medios, ni periodísticos ni informativos, aunque creamos
que sí. Son meros lectores de cables de agencias internacionales. Hace meses se
viene diciendo que Peña Nieto es el favorito de las encuestas, a pesar de lo
que puede verse en las redes sociales, y esto se da incluso con esa estupidez
que genera la ignorancia; no es maldad, al menos no consensuada, cuando sabemos
que incluso por las propias problemáticas locales al comunicador le convendría
enterarse al menos de la existencia de López Obrador.
Peña Nieto,
el que se declaró vencedor con apenas el 15% de las urnas escrutadas.
López Obrador,
el mismo a quien ya le robaron elecciones en el 2006 (ver la excelente película
que sobre el tema dirigió Luis Mandoki – sí, el mismo que dirigió Mensaje en
una Botella, con Kevin Costner –
Ay, chicos,
a ustedes hay que darles referencias de todo.
Tampoco en
Argentina hay analistas de medios, aunque se crea que sí. Hay tipos que
especulan acerca de la utopía hiperbólica que entraña el microchip. Mientras tanto,
Telesur está haciendo periodismo en serio, como quizás ya no se haga en ninguna
parte del mundo.
Pero si nos
sorprende un golpe de estado en Paraguay, qué podemos decir de lo mismo que
pueda ocurrir en México (un fraude electoral es un golpe de estado).
Veremos cómo
nos encuentra el 2015 a los argentinos, cuando nuevamente nosotros también
debamos volver a elegir presidente, en medio de una crisis mundial que no
parece querer detenerse hasta alcanzar la devastación del último ápice de
dignidad humana. Veremos cómo nos encontramos entonces. Seguro vamos a poder
enterarnos gracias a Telesur.
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