Acerca de la expropiación a Repsol en Argentina




Una mujer puede durante años – como de hecho ocurre en todos lados – dejarse golpear, vejar, ultrajar, insultar, por quien es su esposo o compañero. Esa permisividad no le da derecho a nadie a consentirla, a hacer uso de ella; luego, esa mujer tiene derecho a decir “basta”, en cualquier momento que se le ocurra.
Esa ha sido la relación durante todos estos años, entre la empresa de explotación petrolera Repsol y la nación Argentina. Lo cierto es que Repsol no ha venido a conquistarnos ni a invadirnos, en un principio el estado argentino consintió de manera contractual que ésta – y otras empresas en otras áreas, como ser la línea aérea nacional, las telefónicas, los fondos de jubilación, etc. – viniera y se afincara en el país, literalmente para usarlo como mesa de dinero, para vaciarlo. Durante años el dinero que Repsol sacaba de Argentina superaba ampliamente las ganancias.
Argentina tiene derecho ahora a decir “basta”.
El derecho a la expropiación está declarado, tanto en las Constituciones Nacionales de Argentina, como de España; ¿estaría bien expropiar una empresa en España, pero no en Argentina?, podemos preguntarnos.
Todo este asunto ha encabritado los ánimos, tanto en sectores del viejo continente como del nuevo; hay amenazas de bloqueo, quizás pronto los argentinos ya no podamos consumir más pan “Bimbo”, ni tener a Messi en nuestra selección de fútbol, vaya a saberse (yo como pan Fargo).
Lo cierto es también que la mayor parte de los accionistas de Repsol no son españoles, sino de otras nacionalidades.
Esto me recuerda un detalle que está siendo fácilmente olvidado por los intereses de ambas partes, y que quedó velado por lo llamativo de la expropiación de Repsol.
El detalle: Barack Obama le pidió a Cristina Kirchner mantener una conversación privada, durante la reciente reunión de Cartagena.
Vaya a saberse qué le dijo el muchacho a la señora, pero parece que de pronto Cristina se sintió como muy motivada en abandonar aquella reunión, y volver a Argentina, como para apurar un poco los trámites.
El tema del petróleo de un país, de cualquiera del mundo, es un caso de soberanía; esto es algo de lo que bien saben los países de Oriente Medio, y del asedio que el oro negro motiva a quienes no lo tienen sobre los que sí.
La soberanía es un derecho, como sobre la ocupación de un territorio (las Malvinas para los argentinos, Gibraltar para los españoles - ¿Ceuta independiente? -); es un símbolo.
Repsol en Argentina ha sido el símbolo fáctico del opresor ejerciendo sobre el oprimido; la Latinoamérica vuelta “patio del fondo” (monetario internacional) y mesa de lavado de dinero. Otra vez, tenemos derecho todos a un día decir “basta”.
Cualquier individuo, cualquier nación, tiene el derecho y la obligación de estar a la altura de sus propios símbolos y de sus derechos, y a la altura de sus amigos, con los que se pretende compartir cierta coherencia interna.
¿Qué vamos a hacer ahora nosotros, los argentinos, con nuestro petróleo?, se pregunta más de uno, rasgándose las vestiduras. No sé, quizás nos pongamos a sacarlo afuera con una cucharita. Quizás debiéramos pedirle ahora ayuda a Venezuela, que algo de eso entienden, y después de todo, son nuestros amigos.

Comentarios

  1. Un texto romántico y vibrante, Langella. Pero pienso que, lamentablemente, a día de hoy todo el petróleo del mundo pertenece al mismo ejército. Haría falta una actuación conjunta de todos los países históricamente expoliados para que este tipo de medidas cobrasen envergadura. En este instante argentinos y españoles parecemos rivales... Y, por supuesto, nuestro común enemigo se frota las manos.

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  2. Mi querido Antonio, yo no creo en primer lugar que todo el petróleo del mundo pertenezca a un mismo dueño; por de pronto el que está en nuestro territorio es nuestro, que creo que es el principio por lo que se inicia este asunto.
    La actuación conjunta de todos los países históricamente expoliados, al menos en lo que hace al conjunto sudamericano, se está dando en gran medida, entre Ecuador, Venezuela, Brasil, Bolivia, Uruguay y Argentina, y en menor medida, también con Perú y Paraguay. Colombia está ahí, viendo qué hace y Chile siempre se arregló por las suyas.
    Todos los hispanoparlantes tenemos enemigos comunes, claro que sí, solo que algunos parecen darse cuenta y reaccionar de diferentes modos. Yo no creo que españoles y argentinos ahora parezcamos rivales, aunque seguramente hay quien quiere y a quien le conviene ponerlo de este modo.
    Luego, gente idiota hay en todas partes del mundo, en España y en Argentina también.
    Yo no sé qué repercusión puede traer todo este asunto en la vida de cualquier ciudadano español promedio, en tu vida por poner por caso, yo creo que ninguna, porque el dinero que se llevó Repsol de Argentina, en todos estos años, no creo para nada que lo invirtieran en ningún tipo de beneficio para la población.
    "Bueno, ahora tendremos menos combustible", quizás puedas decirme. Bueno, cientos de veces en mi país, cuando la coyuntura política le ameritaba a Repsol, según sus intereses, nos han dejado sin combustible a nosotros, los ciudadanos, y siendo que el petróleo era nuestro. Cientos de veces nuestros servicios públicos anduvieron en estado de emergencia y te costaba un huevo conseguir un taxi; en las estaciones de servicio se hacían colas interminables, nada más que porque a Repsol se le ocurría.
    No puedo decirte que los argentinos hemos sabido sacarnos a nuestros políticos corruptos de encima, porque no es verdad, se dio por casualidad. O, mejor dicho, porque el país explotó en 2001, quebramos (gracias a Repsol entre otr@s) y ya para ningún político corrupto fue más negocio aspirar al poder, entonces llegó la gente con vocación real de hacer bien las cosas, y en un momento, en el continente, donde más o menos pasaba lo mismo en los diferentes países.
    Qué lástima que haya ganado la derecha en España, en las últimas elecciones, porque con otro gobierno seguramente todo esto hubiera tenido una mejor solución. La derecha nunca te deja mayores opciones, y, pienso, siempre sabe sacar lo peor de, incluso, las mejores personas.
    En lo personal, no creo en las rivalidades. Yo sigo amando a los mismos españoles geniales de siempre, y sigo odiando a los mismos españoles idiotas de siempre; de la misma forma que con estas categorías, en sus versiones argentinas.
    Un abrazo, Antonio, y gracias por comentar.

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