José Pablo Feinmann y el peso de las palabras


Las palabras suelen ser tramposas, es algo que siempre debemos tener en cuenta quienes trabajamos con ella como herramienta. El poeta mejor que nadie sabe de esto, de lo abstruso – llegado el caso – de las palabras, y de cómo en medio de una frase pueden llegar a darse vuelta, oponerse al concepto que buscábamos en una primera intención, para terminar diciéndose todo lo contrario respecto de lo perseguido.
Les pasa a los poetas, no menos frecuente les ocurre a escribas y pensadores. Ahí está ahora José Pablo Feinmann, desde hace unos días, intentando convencer a alguien – acaso a sí mismo – de que no dijo lo que dijo cuando le hicieron un reportaje en el diario La Nación, de Buenos Aires, donde entre otras cosas expresó que "es muy incómodo adherir al gobierno de dos multimillonarios que te hablan del hambre". Esto dicho así, como si alguna vez al menos en Argentina hubiera habido algún presidente surgido de la clase obrera, siquiera de la clase media.
No, esto último jamás hubiera podido ocurrir. Es algo que jamás hubiéramos podido permitir, nosotros mismos, la clase media argentina (todos en el fondo queremos un traje de Armani o una cartera de Louis Vuitton, quiero decir, aunque siempre está mal generalizar, claro).
Por otra parte, somos todos inocentes mientras no se demuestre lo contrario, y nadie tiene obligación de decir públicamente de cuánto, en qué ni de qué modo consiste su patrimonio (además, ahora que recuerdo, ¿no se hallan publicadas en Internet, de nuestro país, las declaraciones juradas de los funcionarios?; no podría precisarlo, no soy periodista, se me disculpará la desprolijidad); digo, los periodistas e investigadores “de verdad”, podrían precisamente hacer eso para lo que fueron formados, para lo que el país invirtió tiempo y dinero en su educación, para investigar.
Raro es que se entusiasmen mayormente en sospechas que en crímenes probadamente cometidos, caso las muertes de 39 personas durante el estallido social ocurrido entre el 19 y el 20 de diciembre de 2001, ocurridas a raíz del estado de sitio decretado por el entonces Presidente De la Rúa, hecho apenas previo a su dimisión y huida en helicóptero de la Casa de Gobierno.
Triste lo de Feinmann, que explica que lo que ocurrió es que en la redacción de La Nación, él tiene amigos, que lo recibieron con mucho afecto; entonces él se distendió, se olvidó que estaba frente a un micrófono…
Las palabras suelen ser tramposas. “El pez muere por la boca”, solían decir nuestros sabios abuelos. Sí, en el siglo XXI (ya de antes) también mueren por los dedos.
Lo de Feinmann me recuerda lo dicho por Beatriz Sarlo, cuando fue invitada al programa 678, de Canal 7, de Buenos Aires y del estado nacional, cuando aseguró que el diario La Vanguardia de España y la BBC de Londres, son espacios de neutralidad y objetividad periodística, y que “uno puede enterarse mejor de lo que ocurre en América Latina viendo a la BBC” (sic).
Tanto Feinmann como Sarlo hoy día son considerados “filósofos”. A mí no me parece sean mucho más que vulgares pensadores, con mucho, adormecidos en sus catres acolchonados con laureles de gloria y de fama (más de fama que de gloria).
Es triste. Pienso, ni a un Jorge Luis Borges, ni a un Julio Cortázar, les ocurrían este tipo de cosas tan lamentables, que hombres de letras tengan que desdecirse de lo dicho, de lo dicho y registrado.
Es que Borges y Cortázar siempre fueron tipos respetuosos de la palabra, que jamás olvidaban que la palabra no es para nada un animal doméstico, como una mascota, sino todo lo contrario, la palabra es un animal salvaje, e implacable.
Y el hombre es un animal de palabras. Cuando les pierde el respeto, se lo pierde al mismo tiempo a sus seres amados, a sus coetáneos, a sus compatriotas, a sus símbolos sagrados (que todos tenemos al menos uno), y lo que es peor, a sí mismo.
Vivimos en una civilización francamente en decadencia. Con sinceridad, no creo que Argentina sea el peor país del mundo, ni que nos ocurran cosas que a nadie más. Describe tu aldea y describirás el mundo. Cada cual tendrá la voluntad o no de completar el rompecabezas.
Por de pronto les deseo un gran 2012 a todos.

Comentarios

  1. Me encantó la frase de "la palabra es un animal salvaje, e implacable". Querido Roberto, por más palabras agrestes, indomables y silvestres en este año que está por comenzar. A tu salud y un gran abrazo.

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  2. Gracias, Mayra, feliz 2012 para vos también!

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