Tarot y Alquimia: "La Fuerza" y "El Colgado"


Luego de adquirir "La Fuerza", "El Colgado" nos invita a discernir conscientemente acerca del sufrimiento legítimo, del que no lo es.


Habiendo vencido en “La Rueda de la Fortuna” (arcano X), “El Ermitaño” (arcano IX) obtiene “La Fuerza” (arcano XI) con la que podrá llevar el gran esfuerzo consciente, imponerse el sufrimiento que implica “El Colgado” (arcano XII).

 

“La Fuerza” y los doce trabajos de Hércules

 

En la figura de esta carta se representa la imagen de una mujer, destrozando las fauces de un león embravecido.
Precisamente, en el mito, el primero de los doce trabajos de Hércules, era el de matar al león de Nemea, y quitarle su piel.
Este mito también contiene un sentido alegórico, en relación con las fases y etapas de la Gran Obra de Alquimia, solo que, si desde aquí comienza, se deduce que “se saltea” la primera fase de la obra, y el comienzo de la segunda.
El símbolo del infinito prefigurado en el sombrero de la mujer de “La Fuerza” (es el mismo sombrero de “El Mago”, el arcano I) señala que este “don” es ya de manera permanente, de naturaleza “hercúlea”, en todas las acepciones posibles de la palabra.
No es que aquí “El Ermitaño” (el iniciado) necesite verdaderamente matar a un león, como Hércules, o, en todo caso, sobre lo qué se aplica este símbolo de “matar al león”, se traslada al simbolismo del próximo arcano (XII), “El Colgado”.
En una especulación mayormente psicológica, deberíamos decir que aquello que representa el león, la parte “salvaje” e instintiva de la psiquis, los atavismos y la relación con el inconsciente colectivo, nunca se mata, sino que se “doma”, se domina y domestica.

 

“El Colgado”

 

Es quizás la carta más extravagante de toda la baraja. Un hombre pende de un travesaño, de su pie izquierdo, colgando cabeza abajo, en una situación completamente dolorosa. No hay nada que indique que ha sido forzado a ponerse en esa situación, si bien existen historias antiguas, acerca de que en algunos pueblos europeos se sometía a ese tipo de tortura a cierta clase de delincuentes.
Pero en nuestro caso, el iniciado se somete por sí mismo a este tormento, como en una suerte de faquirismo, convencido que tal cosa lo acercará aún más a la total iluminación.
Esta necesidad objetiva de pasar por este trance se verifica en la idea de la Ley de Siete, expresada por George Gurdjieff, la que explicamos a continuación.

 

La Ley de Siete; la escala musical y los semitonos

 

Gurdjieff dice que todas las cosas evolucionan de manera análoga a como lo hace el sonido, en la escala musical.
Tenemos siete notas en la escala: Do, Re, Mi, Fa, Sol, La y Si, y de este Si se pasa al Do de la nueva escala, superior a la primera.
Cualquier aficionado a la música como sistema, sabe que la escala musical se compone de tonos y semitonos, los cuales no todos se originan de manera natural, sino que hay que provocarlos, aplicar lo que se denomina “alteraciones” (bemoles y sostenidos).
De manera científica, se establece que de Do a Re y de Re a Mi hay un tono, de Mi a Fa hay un semitono; luego, de Fa a Sol y de Sol a La, otra vez hay un tono y de La a Si y de Si al Do de la nueva escala, habrá un semitono por cada par de notas.
Esto significa que si en un laboratorio estableciéramos un sonido de determinada frecuencia como a un Do, bajo ciertas condiciones (las de un oscilador, por ejemplo), de manera natural ese sonido podrá evolucionar hasta el Mi de la misma escala, pero por sí mismo allí se detendrá. Tendríamos que provocar una alteración en el oscilador, para que el sonido pudiera evolucionar del Mi al Fa, y luego, otra vez de manera natural, evolucionara hasta el La, donde nuevamente habría que provocar una alteración, para que pudiera pasar, convertirse en el Si de esa escala.
El paso en semitono del Si al Do de la nueva escala se da por sí mismo, sin necesidad de manipulaciones, y esto es algo que se debería retener, para consideraciones que haremos al regresar a este tema, en algún futuro artículo.
Es decir, en la analogía, el iniciado evolucionará sin tropiezos, de manera natural, desde las etapas que se corresponden de las notas Do a Mi, luego de Fa a La, toda vez que habrá que provocar una “alteración” en los pasos del Mi al Fa y del La al Si (semitonos).
Gurdjieff llama a esta necesidad de alteraciones, “esfuerzos conscientes”. El primero de estos esfuerzos conscientes es fácil de operar, se realiza en el nivel más superficial del ser, y por eso no es tomado en consideración en la secuencia alquímica de los arcanos mayores del Tarot (o sí lo es, el primer esfuerzo consciente “liga” a las cartas de “La Emperatriz” y “El Emperador”, arcanos III y IV, respectivamente, trata entonces del descubrimiento y asimilación del principio de Yin-Yang). La necesidad del segundo esfuerzo consciente se representa por la carta de “El Colgado”, algo que ya implica una voluntad mayor, la de ponerse en una situación interna incómoda, sufriente, y hasta quizás dolorosa.

 

Consideraciones a hacer respecto del sufrimiento voluntario

 

El iniciado no es un masoquista, no se disfruta del dolor, es por otros motivos que se resuelve disponerse a experimentar sufrimiento.
Gurdjieff dice que el ser humano sufre dos tipos de padecimientos, el legítimamente objetivo de padecer, por causa del tipo de experiencias que lo general, y otro completamente innecesario, por lo mismo.
El solo hecho de vivir ya nos genera suficientes angustias, objetivamente legítimas de padecer, sin embargo, vivimos inventándonos preocupaciones y problemas, como si tuviéramos pocas.
La carta de “El Colgado” nos invita a dejar todas estas tonterías de lado y hacernos de una vez por todas conscientes de nuestros verdaderos dolores y padecimientos, y a enfrentarlos.

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