¿Quién fue realmente Aleister Crowley?


¿Fue de verdad un cultor de la magia negra y el satanismo, o tras esa fachada se escondió un auténtico filósofo del esoterismo?


¿Quién fue realmente Aleister Crowley? Del mismo modo que durante años el cine americano mostró a un Adolf Hitler caricaturesco y dispuesto a una maldad rayana con la imbecilidad, como el villano de pacotilla de un guión pobre de historietas, también cuesta creer este personaje haya sido el monstruo al estilo de las películas (otra vez americanas) de terror clase B, tal como lo expresan la mayoría de los textos que tratan el tema.
Sin lugar a dudas Aleister Crowley fue un hombre de una personalidad dionisíaca, adicto al alcohol y las drogas, lujurioso, quizás sodomita, extravagante y reaccionario, alguien que por sobre todas las cosas le encantaba escandalizar a la mediocre sociedad victoriana, ya anacrónica y en decadencia hacia principios del siglo XX, en una época también prolífica de estudiosos del esoterismo, el ocultismo y el misticismo, tales como George Gurdjieff, Piotr Ouspensky, Fulcanelli, Allan Kardek, Helena Blavatsky, y tantos otros entre los cuales se encuentra el mismo Aleister Crowley.
Pero, ¿cuáles fueron las verdaderas motivaciones de este hombre, que desafió tanto a la Reina Victoria como luego a Benito Mussolini, que fue considerado por Rilke y por Rodin, entre otras personalidades del quehacer cultural y político; que escribió más de veinte libros, entre los que se cuenta una versión del Tao Te King, traducciones de poemas de Baudelaire; que diseñó una de las barajas de Tarot más notables, que realizó los mismos viajes a los centros de sabiduría, tal como sus pares de la época también lo hicieron?.

 

Crowley el reaccionario

 

En un artículo publicado en el suplemento Radar, del diario Página 12 de Buenos Aires, de julio de 2001, se cuenta que Crowley era hijo de miembros de los Hermanos de Plymouth, una de las sectas más ultraconservadoras y puritanas de aquella Inglaterra, que lo habrían obligado a la rebelión, y a adoptar actitudes escandalizadoras, como cuando de niño salió desnudo a la calle, tocándose el miembro, al grito de “¡Cristo también tiene uno!”. Más tarde sería un excelente estudiante de Cambridge, que sin embargo se negaba a que sus profesores le tomaran examen.
Pero sin embargo este artículo no quiere basarse en este tipo de anécdotas, que pueblan la amplia literatura existente acerca de Crowley.

 

Crowley y la ley

 

Acusado de asesinato y vejaciones, sin embargo, jamás tuvo problemas con la ley. “Mr. Aleister Crowley abandonó Londres para partir hacia Rusia. (…). Debemos felicitarnos de habernos liberado temporalmente de uno de los peores blasfemos de los tiempos modernos. Pero, deberíamos preguntarnos por qué Scotland Yard lo dejó partir en paz”, publicaba el periódico The Looking Glass, el 17 de diciembre de 1910.
Más tarde, en París, sería frecuentado por Isadora Duncan, Rainer Rilke y Auguste Rodin, además de escribirse con Fernando Pessoa, quien vio en él a un genio desequilibrado, tal cual lo expresara en alguna oportunidad.

 

Crowley y el paganismo; la esencia del esoterismo

 

Habría que escribir un libro haciendo una exégesis de su extensa obra, para explicar y comprender cabalmente la sustancia de la idea básica y el porqué de las actitudes en su conjunto de este personaje, a quien legítimamente también podemos considerar de estrafalario, de amoral e inmoral quizás, inclusive, sin que por ello no pueda también desprenderse verdadera coherencia.
Sabemos por Fulcanelli que las fiestas populares y de carnaval de la Edad Media, contenían un fuerte elemento de paganismo, mistérico, de ocultismo y esoterismo.
Eran manifestaciones de forma grotesca – en contraste al barroquismo delicado del poder establecido – expresiones consideradas “pantagruélicas” o “rabelesianas”, por tener en Françoise Rabelais (1494-1553) al mayor representante de este tipo de discurso, que luego también puede atribuírsele a Cyrano de Bergerac (dicho por Fulcanelli) y a Gurdjieff.
En ese orden invertido, de “lo de abajo es como lo de arriba” (tal como lo expresa la Tabla de Esmeralda, la de Hermes Trimegisto), de bufones vueltos reyes y de “cortes de los milagros”, donde se le rinde culto a Baphomet, las fiestas solían terminar en grandes ingestas de alcohol y orgías, todo lo cual, claro, más tarde daría argumentos y razón de ser a la Santa Inquisición y a las Cruzadas internas. En todas esas ocasiones –que no se registraban en verdad sino en algunos momentos al año, luego el campesino regresaba al yugo de su señor feudal – se propiciaba una verdadera inversión de ordenes con un sentido absolutamente esotérico, donde la naturaleza, inclusive, derrotaba a la cultura, al reinado del hombre. Quizás no haya habido mayor expresión de esoterismo puro en toda la historia de la humanidad.

 

El lema de “Haz lo que quieras”

 

“El ocaso del mandato de los dioses ha llegado y no hay nada por encima de la voluntad individual. Cada hombre es su propio dios, y la nueva religión consiste en dar rienda suelta a todos los instintos y sentimientos que están ocultos en lo profundo del espíritu. Haz lo que realmente quieras y serás tu dios. Si te reprimes, serás un esclavo de la nada. Cada hombre es una estrella. El pecado es restringirse”, escribió Crowley en su libro La Ley.
No es demasiado diferente al planteo realizado por Nietzsche, de que Dios ha muerto y el hombre pasa a ser la medida de todas las cosas, el parámetro, para su posterior evolución.
Y la idea no es caprichosa, sino que la toma del mismo Rabelais, que en su Gargantúa y Pantagruel, habla de la Abadía de Theleme (el nombre que Crowley le da a su propia abadía, fundada en Italia), donde dice: “Sus vidas iban pasando no en leyes, estatutos, o reglas, sino de acuerdo con su propio libre albedrío y placer. Ellos se levantaban de sus camas cuando juzgaban conveniente; ellos en efecto comían, bebían, trabajaban, dormían, cuando lo desearan y estuviesen dispuestos a ello. Nadie les despertaba, ninguno se ofrecía a limitarlos en su comida, bebida, ni en ninguna otra cosa; pues así lo había establecido Gargantua. En todo su dominio y estrictas formas de su orden había tan solo una clausula a ser observada, Haz tu Voluntad…”.
Porque Rabelais, como Crowley, como el verdadero esoterista, sueña con la utopía de una sociedad libre y desprejuiciada, medida de todas las cosas y de sí misma, para su posterior y permanente superación, también, de sí misma.
Finalmente, agreguemos que el "Haz lo que quieras y será ley", también aparece en la Tabla de Esmeralda.
Es arduo y no alcanzan las posibilidades de este artículo para profundizar lo suficiente en todos estos temas, pero al menos es este el contexto en que se debería pensar la existencia de Aleister Crowley.

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